MERCADERES DE LA “NACIÓN” NAVARRA EN PUERTOS DE FLANDES ... 15€

En el siglo XVI los Países Bajos canalizaban el tráfico comercial europeo y quien no navegaba por allí en barco, como quien no cotiza hoy en la bolsa de Nueva York, estaba al margen del mundo internacional de los dineros. En ciudades como Brujas se establecieron comerciantes que pertenecían a la “nación” navarra y competían con castellanos y catalanes por hacerse un hueco en el próspero negocio de la lana. Los rebaños de Olite, Tafalla o La Bardena eran esquilados para vender en fardos el pelo ovino vía, generalmente, el puerto de Donostia. En el viaje de vuelta los mercaderes traían tejidos caros y otros productos exóticos difíciles de hallar por estos lares. Algunos de aquellos emprendedores de apellido ilustre (Erdara, Cruzat o Añués) tuvieron relación con Olite y su merindad en un tiempo difícil en el que el Viejo Reyno se desmoronaba y de la resistencia a su conquista también daban cuenta en sus cartas de 1521 (“Olite, Tafalla y todo el Reino está ya levantado, con todas la montañas, por el rey don Enrique”).
            De todo ello escribe el historiador Valentín Vázquez de Prada (León, 1925) en un libro que acaba de publicar el Gobierno de Navarra con el título “Mercaderes navarros en Europa. Siglo XVI” y que, en lo concerniente a Olite, revela, por ejemplo, cómo el linaje de los Erdara buscó una ligazón con su familia olitense para justificar que, dos generaciones después de implantarse en Flandes, seguían vinculados al territorio y podían así comerciar sin trabas (impuestos) en Navarra. “El navarro concede un gran valor a su naturaleza originaria, a la condición foral. Además, gracias a ella no estaban obligados a pagar peaje al entrar en Navarra, privilegio que procuraron se les ratificase ya en las primeras Cortes celebradas después de la conquista e incorporación al reino castellano”, explica Vázquez de Prada en su obra.
            Miguel de Añués, otro de los apellidos relacionado con el comercio en el corazón financiero de Europa, era hijo de la olitense Isabel de Barásoain y se casó con Catalina Cruzat, otro de los grandes linajes navarros que prosperó con el mercado de la lana en el extranjero. Además de estas familias, el autor del estudio sigue el rastro de toda una galería exportadores de origen navarro.
            Los rebaños de la Ribera y zona media nutrían el negocio. En 1567, por ejemplo, la compañía de Pedro de Erdara y Domingo de Lecumberri compró al vecino de Tafalla Pedro Vega 1.595 arrobas y tres libras de “lana ensucia” por la que pagaron a 18 reales la arroba. Los fardos solían salir a la venta en mercados como las ferias de febrero de Tafalla o las que también se organizaban en Marcilla. El Camino Real que unía Castejón-Tudela-Olite-Tafalla-Pamplona normalmente era el carril de tráfico de las mercancías, que tenía un punto difícil en el antiguo puente de Caparroso por las continuas avenidas del Aragón que deterioraban con frecuencia el paso.
            Gúrpide, familia procedente de Tafalla, también aportó algunos miembros a la saga de los mercaderes, lo mismo que un tal Pedro Liñán, tafallés al que en 1587 retuvieron varias sacas adquiridas en Aragón y que pretendía pasar por San Juan de Luz para embarcarlas de contrabando. Sancho de Yesa, sangüesino casado con la tafallesa Francisca de Gúrpide, merece mención especial por no limitarse solo a ser un hombre de negocios. Partidario de los reyes legítimos Juan y Catalina, huyó a Baiona tras la derrota de Noain (1521) donde continuó con su actividad comercial y llegó  a ser tesorero de la ciudad. Sus bienes y libros fueron incautados en la Alta Navarra.
            En cuanto a los rasgos sociales de estos mercaderes, el autor aprecia una estructura menos clasista que la castellana. Tienen entre ellos “un trato menos reverencial, de mayor naturalidad” y practican cierta endogamia familiar. Los Añués, los Cruzat, los Jaca, por citar tres grandes estirpes, “están estrechamente entrelazados por el parentesco”. “Los jóvenes navarros que visitan mercados extranjeros, y aún los que permanecen algún tiempo en ellos,  raramente contraen matrimonio allí”.
            Los negociantes navarros visitaban con frecuencia los polos económicos de Brujas y Amberes, “y bastantes de ellos habitaron largo tiempo en estas dos ciudades, las más destacadas comercial y financieramente en los siglos XIV a XVII, donde convivieron y negociaron con otros extranjeros y españoles, especialmente castellanos y vizcaínos y al igual que ellos fundaron en Brujas un consulado mercantil propio”, destaca el analista.
            En ambas metrópolis, los paisanos constituidos en “nación Navarra” negociaban tanto con los vizcaínos como con los castellanos, “hasta que el 15 de junio de 1530, deseando mantener su propia identidad e intereses comerciales, se dirigieron a las autoridades de la villa de Brujas para que les permitieran establecer un consulado propio, semejante al de la nación de Aragón y Cataluña”. El emperador Carlos V aceptó la petición que firmaron Pedro y Miguel Dardare (de Erdara), Miguel de Lumbier, Antonio Daguerre (de Aguirre) y Juan de Ryette (de Arrieta). En 1535, la nación Navarra tenía incluso una capilla dedicada a san Fermín en el convento de los agustinos de Brujas, donde fueron enterrados algunos de estos comerciantes. En el mismo cenobio se conservó un sello del consulado navarro que data de 1535 y luce, en lacre, el escudo de las cadenas. Incluso, hasta la fecha reciente de 1952 se mantuvo en Brujas la “mansión de los Peralta”, que pudo pertenecer a esta saga.
            El historiador Valentín Vázquez de Prada aporta en su manual muchísimos más datos interesantes extraídos de la documentación que ha espigado en los archivos de Brujas y Amberes. En la primera ciudad todavía se guarda parte de los legajos de la “nación de Castilla”, desde 1304 a 1705, en los que constan noticias de los navarros. También el archivo municipal de Amberes ha servido de fuente al trabajo. De ambos ha traducido el autor las informaciones de los comerciantes navarros y su actividad en los Países Bajos.

NOTICIAS SOBRE NAVARRA (1521)

El libro de “Mercaderes navarros en Europa” tiene al final unos ricos anexos que, además de la actividad comercial, dan cuenta del contexto político en el que se cerraban los tratos. En el Archivo General de Navarra, el autor ha hallado varias cartas de Miguel de Añués datadas en Mélida entre mayo y junio de 1521, cuando el rey de Navarra, Enrique de Labrit, reconquistó por unos meses el reino con la ayuda del ejército francés que dirigía el general Asparrós. El mercader escribe a su sobrino Martín de Eslava, que estaba en tierras aragonesas de Ejea y Sádaba, y le da cuenta del transcurso de la guerra.

            El 18 de mayo de 1521 relata cómo los legitimistas recobraron San Juan de Pie de Puerto con el hijo del mariscal Pedro de Navarra al frente de la avanzadilla del ejército. Anués, en sus carta, escribe que el Duque de Alba hubo de huir de la Pamplona que había conquistado en 1512 para la Fernando el Católico y relata que “Olite, Tafalla y todo el Reino está ya levantado, con todas la montañas, por el rey don Enrique (de Labrit), y aún creo que le hará Dios gracia al señor Duque (de Alba), si se salva en llegar a Castilla ...”



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